¿Cómo ser Florencia y no morir en el intento?

Florencia es una mujer que vive situaciones típicas, pero con hombres atípicos. Ella me pregunta por qué me llama tanto la atención su vida y yo le digo que ella es lo que llamamos una mujer cabrona. Ella se enoja, pero yo le digo que ser cabrona es lograr poner su cabeza ante su corazón, vive la vida, no se amarga con nada, se cae y a los 10 minutos ya se está levantando y cree fielmente que la vida es para comenzarla una y otra vez, ya que los comienzos son lo mejor. Dice que entonces así sí.
Yo la llamo mi Pepe Grillo, ella dice que es mi despabilamiento diario, ya que me da de retos y zamarrones cada vez que me acuerdo del EX. Flo me recita una y otra vez que si quiero aprender a ser CABRONA debo dejar de andar pensando en el EX como el único amor de mi vida y que al fin debo ser una mujer libre. Yo simplemente le contesto que ser ella es más difícil de lo que yo creía. Entonces me respondió: al menos inténtalo. Le pregunté ¿Cómo ser Florencia y no morir en el intento?. Me miró con cara de te doy de cachetada si vuelves a preguntar y me dice: al menos lo intentaste.

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lunes, 29 de marzo de 2010

EL ARTE DE DECIR NO

¿Qué es lo que nos impide decir NO?. Una palabra de tan solo una sílaba, solo dos letras, simplemente una vocal y una consonante, simplemente una palabra.
Las razones pueden ser muchas, como la pena, la vergüenza, el miedo o muchas otras más, pero la que más me llama la atención, es la que viene de la simple lata de decir NO.

La idea comenzó así...

Estábamos en la oficina, trabajando, concentradas o quizás no tanto y me refiero a lo de concentradas, porque de trabajo sí. Bueno, el hecho es que en ese instante aparece un caballero de al menos 65 años, canoso, con cara de viejito pascuero, de ya no me puedo los pies de tanto caminar, pero les aseguro que la lengua si se la podía. El asunto es que en tan solo segundos ya se había presentado, había sacado su catálogo de libros y ya estaba sentado al lado de Florencia, y en una cosa de 10 minutos ya la tenía comprándole un libro, que a lo mejor ni necesitaba y a un precio que podría haber sido el doble.
Mientras, yo pendiente, con una oreja más parabólica que la misma cumbia, tratando de entender cómo este caballero se había metido por donde quiso el NO de Florencia. Al principio reí y hasta me sorprendió el arte de dar vuelta a la gente que tenía este personaje, o sea, eso de que los años te dan experiencia, aquí estaban más que bien explicados.

Sólo bastó que el viejito se alistara y me hiciera un contacto visual, para que me parara más que rápido, antes de que me ofreciera uno de sus libros y ya no pudiera decir que no.
Luego de rato de reírme de la situación de Florencia, y especifico que fue de la situación y no de ella, ya que al fin llegué a la conclusión de que al menos Florencia había afrontado al anciano, y yo, sólo había atinado a salir corriendo.

¿Cuál era el miedo?, acaso creía que el viejito ¿Sacaría una enciclopedia y me daría con ella en la cabeza?, o que ¿Me dirían tacaña, por no comprarle nada?.
Tenía claro que nada de eso pasaría, sin embargo, tuve lata de decir NO. ¿Lata de qué?, ¿de hablar?. Imposible, si ya está más que claro que hablo hasta por las orejas, y lo que no hablo, lo escribo.
Toda esta situación, a parte de hacerme analizar la tonta idea de no poder decir que no frente a la venta e algún artículo, fue el hecho de pensar en aquellas personas que le temen tremendamente a decir NO, a todo.

¿Cómo se puede vivir con esto?. Cómo dice Gabriela, “Hay gente que si le vendieran una loca preña, la compraría, porque no le dicen que no ni al diablo con tal de no quedar mal”. ¿Será realmente esa la razón?, será que al ser humano le molesta quedar mal. Será quizás que sienten miedo frente a la idea de hacer sentir mal a otros. Tal vez será porque hay gente que realmente cae en el horror, porque ya es más que un error, de postergarse por consentir al resto.

Y aquí viene el cuestionamiento más rebuscado y torcido que he tenido hoy y es ¿Cuántas veces nos habrán dicho que sí, solo por no herirnos?, y más aún ¿Cuántas veces nos habrán dicho, no la verdad, si no, lo que queremos escuchar?. Y una vez más, solo por no herirnos. O quizás cuántas veces sabemos que viene un NO a nuestras preguntas y simplemente nos negamos a escucharlo, obligando, inconscientemente, a los demás a decirnos simplemente lo que queremos.

No voy a comenzar a dar explicaciones del porqué llegué a esta idea tan masoquista, ya que solo voy a terminar diciendo que al fin descubrí, DONDE ESTÁ LA MADRE DEL CORDERO.

Creo y solo creo, que el fin de esto, se debe a que el ser humano irremediablemente, así como se niega a escuchar un NO, es que teme, decirlo también. Y ya no voy a cuestionar la estupidez del asunto, porque les aseguro que ni yo le encuentro, ni pies ni cabeza, a esta idea tan descabellada.
Como me gusta decir, frente a toda situación inexplicable.

Solo lo pienso y no lo entiendo.
Y ni loca me quiebro la cabeza de entender
lo que no quiero.

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