¿Cómo ser Florencia y no morir en el intento?

Florencia es una mujer que vive situaciones típicas, pero con hombres atípicos. Ella me pregunta por qué me llama tanto la atención su vida y yo le digo que ella es lo que llamamos una mujer cabrona. Ella se enoja, pero yo le digo que ser cabrona es lograr poner su cabeza ante su corazón, vive la vida, no se amarga con nada, se cae y a los 10 minutos ya se está levantando y cree fielmente que la vida es para comenzarla una y otra vez, ya que los comienzos son lo mejor. Dice que entonces así sí.
Yo la llamo mi Pepe Grillo, ella dice que es mi despabilamiento diario, ya que me da de retos y zamarrones cada vez que me acuerdo del EX. Flo me recita una y otra vez que si quiero aprender a ser CABRONA debo dejar de andar pensando en el EX como el único amor de mi vida y que al fin debo ser una mujer libre. Yo simplemente le contesto que ser ella es más difícil de lo que yo creía. Entonces me respondió: al menos inténtalo. Le pregunté ¿Cómo ser Florencia y no morir en el intento?. Me miró con cara de te doy de cachetada si vuelves a preguntar y me dice: al menos lo intentaste.

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lunes, 29 de marzo de 2010

Época de Mariposas

Debo aclarar que si bien Florencia es la amiga “cabrona” que tantos quisiéramos ser, también existe Clara. No he hablado de Clara hasta ahora ya que me ha costado más de un par de conversaciones para entenderla.
Ella se llama Clara, que exactamente de clara no tiene nada, ya que le ha costado más de un porrazo contra la misma roca, para darse cuenta de que debe tomar una decisión.
Clara ya es una mujer que ha ido y venido de vuelta al menos unas 5 veces en la vida, sin embargo aún cae en las indecisiones de una quinceañera. Ya casada, con hijos, separada y vuelta a una relación que le trae más de un dolor de cabeza.
Ella dice que su tema es que ya no anda en los trotes de andar a las paradas de un hombre, sin embargo llega a sacarle chispas a su celular de tanto llamar al Susodicho cuando a este le da por arrancar de su lado.
Yo le digo que creo que ya es hora de dejar de andar jugando al perro y al gato, donde ella lo espanta, el corre y ella sale a buscarlo para llevarlo de vuelta a casa. Ella me dice que eso lo tiene más que claro, pero que a veces eso le parece hasta entretenido. A veces siento que Clara ha desarrollado un sentimiento casi masoquista frente a esta relación y me ha dado hasta susto llegar a imaginármela con látigos y cuerdas.
En algunas ocasiones, inevitablemente, tomo partido a favor del Susodicho y es que se esmera tanto en complacer a todos a su alrededor y sin darle ningún resultado. Los hijos dicen que llega a ser hasta hostigoso, mientras que yo lo encuentro hasta tierno y es que solo basta que el Susodicho deje la losa arrumbada en la cocina, para que su gran almuerzo se haya ido a las pailas. Bueno en realidad es más que ollas apiladas, ya que en más de una ocasión ha dejado desde la cocina prendida, hasta la puerta de la casa abierta. A estas alturas Clara tiene el número de los bomberos y carabineros como llamada habitual.
Sus hijos le dicen que ya es hora de que haga su vida lejos de él, sin embargo, muchos sabemos que el corazón, extrañamente le gana a la razón. Siempre me dice que sí a mis consejos. Debo aclarar que no se en que condición estoy para darlos, pero al menos de hacer lo que a uno le de la gana, eso si que se hacer bien. Y pese a eso Clara vuelve a caer en lo mismo.
La historia de Clara comienza así...
Tenía, Clara, 17 años cuando conoció al Susodicho. En esa época el conseguir una micro o algún tipo de locomoción era tan difícil como irse sentado en el Transantiago a las 7 de la tarde de un día de semana. Bueno, estaba ella con su bolso, los libros y una serie de cosas más en las manos, lista para ir a su casa luego de las clases en la universidad, cuando en eso pasa el escaso auto que andaba por las calles de Santiago en esa época. El Susodicho para frente a ella y le dice: “Ven súbete, yo te llevo”, ella obviamente como toda mujer desconfiada le dice que no, pero al cabo de un rato de insistencias de él, donde le repetía una y otra vez que confiara en él y en vista y paciencia de que la micro ni planeaba pasar por ahí, hizo lo que muchas mujeres hacen, caer ante la tercera insistencia jajaja. Desde ese día nunca más se alejaron. Cuando Clara iba en esta parte de la historia no podía dejar de emocionarme al ver que pese a no haber teléfonos, celulares, e-mail, facebook y ninguna de esas cosas, cuando a una la querían buscar, pucha que ser esforzaban en encontrarla. Al Susodicho le bastó con saber donde vivía, para nunca más dejarla ir.
Y aquí viene el pero de toda historia. El Susodicho debía partir de Chile, esos eran los planes y el viaje fue inevitable, ambos hicieron sus vidas y no volvieron a verse.
Clara hizo su vida, se casó, tuvo hijos, continuó con su carrera y el Susodicho hizo lo mismo con su vida. Aquel amor tan maravilloso se había cortado. Sin embargo la vida se encarga de juntar aquello que nace para estar junto y eso si que nadie me lo discute.
Ya habían pasado 25 años, Clara se había separado y había continuado con su vida, hasta que un día en el trabajo le encargan contactar a una persona capacitada para hacer un trabajo en específico y ahí vino el recuerdo del Susodicho, lo buscó en la guía, lo contactó y una vez que se juntaron, él le tomó la mano y no se la soltó hasta la despedida.
Fue tal el impacto del reencuentro y la extraña idea de que después de tantos años el Susodicho le tomara la mano como si jamás hubiesen pasado 25 años, que la hizo volver al hermoso pasado que habían tenido juntos.
Desde ahí no se han vuelto a separar, ya son 15 años juntos y pese a la hermosa historia, el sentimentalismo, las lágrimas de cursilería y todo lo que se puedan imaginar que proviene de esta historia, Clara aún no puede ser feliz con el Susodicho. Extrañamente el destino los juntó y una vez más se encarga de separarlos. Clara me pregunta cuál será la razón y yo le digo que si ella a sus tantos años no lo ha logrado descifrar, qué voy a saber yo.
Lo único que sé a estas alturas es que a los 20 y a los 50 el amor se sufre de la misma manera, que no importa tener más o menos experiencia en el tema, ya que inevitablemente hay ocasiones en las que se debe caer para aprender. Obviamente Clara afronta el tema de una manera muy distinta, desde la madurez, el problema es que la madurez no hace que duela menos.
Clara me pregunta una y otra vez cuál fue al razón de que el Susodicho no la defendiera de los insultos de La Otra cuando a esta le dio por darle de gritos frente al Susodicho. Sí, a la otra, como nos gusta llamar a nuestra reemplazante, le dio por gritarle en la cara a Clara que el Susodicho no la quería, que era una arrastrada y que dejara de llamarlo, mientras que él solo atinaba a salir corriendo de la casa, mientras que a las dos les daba por la lucha libre. Debo especificar que Clara y el Susodicho se encontraban en plena relación cuando ella se encontró con la sorpresita.
Yo no supe qué decirle, sólo abrí mis oídos al máximos, mis ojos de asombrada y sólo dije así son los hombres, sin embargo, ahora no creo que sea así. Qué gran mentira. No todos los hombres son así. Ahora, donde estarán los que no son así, no lo se, pero de que los hay, los hay, el planeta no lo conozco, pero algún día lo vamos a encontrar.
Yo pensaba que estas cosas de penas del corazón se daban en la juventud, mientras a uno le vuelan pajaritos y maripositas en la cabeza, pero ahora veo que no. Mi pregunta es ¿si estas se van con la madurez o se quedan dando vuelta en nuestra cabeza para siempre?.Si es que jamás se van denme inmediatamente una red para cazar a las atontadas que aún revolotean por el mundo, ya que con las que tengo es suficiente y no dejo entrar a ninguna más, este espacio está copado.

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